domingo, 29 de mayo de 2011

¿Funcionalidad o utilidad?

Nuevas tecnologías. Ha corrido agua bajo el puente desde el hallazgo de las pinturas de Altamira, el ingenioso invento del señor Gutenberg y la aparición de ese canal que-sirve-para-todo-y-no-deja-de-asombrarnos llamado internet.

Las formas de relacionarse –los negocios, los sentimientos, el conocimiento, la cultura y tantas otras cosas- han sabido sacar partido de cada avance y la comunicación ha desarrollado nuevas formas y parámetros con ellos (menos palabras, más signos, otras convenciones).

Hoy lo virtual se mezcla con lo real y nuestra percepción del tiempo se ha desligado del horario local, para trasladarse a un concepto mucho más simple: el momento presente en la pantalla del ordenador o del móvil.

Somos seres hipersensoriales, multifuncionales y con diversidad de identidades –la personal en Facebook, la profesional en LinkedIn y el alter ego en Twitter-, con una capacidad de absorción, digestión y aprovechamiento de “nutrientes informativos” asombrosa.

Ahora todo es fácil, inmediato, personalizado (¿?) y lo mejor –en muchos casos-: ¡gratuito!

Y a pesar de todo esto, lo básico, lo necesario, lo que realmente lograría diferencias abismales, sigue siendo complicado: la educación con amplio alcance, la economía incluyente, la sostenibilidad a largo plazo, el cuidado del medio ambiente.

Si podemos enlazarnos y ponernos de acuerdo para que Facebook permita a determinada persona la publicación de fotos consideradas “ofensivas” ¿no podríamos hacerlo para que desaparezcan ciertas condiciones que afectan a millones de seres humanos, y verdaderamente deberían ofendernos?

Las nuevas tecnologías deben servir para mucho más de lo que están sirviendo. Son herramientas que aún tienen mucho por dar.

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